Las distintas connotaciones que hacen posible el diálogo entre el diseño y las obras públicas tienen tres referentes categóricos muy evidentes: lo bello, lo estético y lo artístico. Sus significados son mutables según sea la cultura, la tradición y el contexto histórico en que se utilicen sus términos.
A continuación se hace un sesgado resumen de su origen, asociando cada categoría a las tres grandes épocas de la cultura occidental: clásica, moderna y contemporánea.
Lo bello en el pensamiento griego se entendía como un concepto objetivo, lógico y racional, asociado a las leyes de la naturaleza. Para que la obra del hombre fuese considerada bella ésta debía responder a los cánones análogos a las leyes eternas que regulan el comportamiento de la naturaleza. El cánon expresaba lo esencial, lo proporcionado, lo armónico, lo ideal y aspiraba a la perfección; una perfección no basada en lo cuantitativo sino en la unidad universal. Utilizando las herramientas de orden, medida, mensurabilidad, simetría, ritmo y armonía; las construcciones humanas se guiaban por una visión matemático-geométrica muy estricta.
Los romanos no fueron tan propensos a la elaboración de reflexiones sobre las artes. Su gran tarea fue desarrollar unos procesos constructivos mucho más eficientes y a raíz de esto se empezó a abrir la grieta entre lo útil y lo bello, entre lo que pertenece al arte y lo propio de la habilidad. La simetría empezó a perder valor a favor de la cualidad como aspecto general para dotar de unidad y espíritu a la materia. La inspiración creativa volvía a residir en la naturaleza, pero con convencimiento de que podían modificar la materia, a su gusto y placer, para que los elementos que son necesarios para el buen funcionamiento humano no queden ensombrecidos por el buen uso de los cánones estético. A pesar de esto, la idea clásica de belleza en las construcciones siguió imperando.
El cristianismo hizo de la época medieval un período creativo básicamente funcional. El trabajo de los artesanos sirvió de herramienta pedagógica para la afirmación de poder de la religión sobre la sociedad feudal.
Con la irrupción de la burguesía a finales de la Edad Media las artes liberales resurgieron de su letargo. A raíz de las corrientes filosóficas del Renacimiento primero y la confirmación del método racional-lógico-matemático después, las artes se separaron de las ciencias. En el campo de la construcción esto propició que los componentes estructurales o resistentes tuviesen un peso específico dentro de cualquier resolución estética y, por tanto, en el marco de la belleza. Conceptos matemático-físicos como equilibrio, tensión, resistencia, estabilidad, movimiento, ritmo se convierten en estéticos al verse representados en una forma estructural. De este modo se van consensuando y asentando estables cánones estéticos en base a conceptos como el equilibrio, la medida, la sobriedad, la serenidad y la armonía de las partes con el todo. La confianza ciega en la razón y la aplicación de dichos cánones determinaran el grado de belleza de las obras construidas.
Tres siglos más tarde, el idealismo alemán, en oposición al teórico realismo, abogó por la reflexión hacia un conocimiento complementado con la teoría metafísica. La belleza se desató de la visión objetiva que hasta entonces la había contextualizado para empezar subjetivizarse, entendiendo lo subjetivo como algo real y no sólo abstracto.
Lo estético coloquialmente es sinónimo de lo bello pero su origen es filosófico. Nació como concepto en la Grecia clásica pero no fue hasta el siglo XVIII que se convirtió en ciencia filosófica. Su creador fue el filósofo alemán Alexander Gottlieb Baumgarten. En 1735 utilizó por vez primera el término en su obra Reflexiones filosóficas acerca de la poesía mediante la conjunción del adjetivo griego Aisthetike (sensación, percepción) que tiene su orígen en el sustantivo Aisthesis (sensación, sensibilidad) y el sufijo ica (relativo a). Ya en 1750 Aesthetica fue el título de su libro inacabado donde institucionalizó del término estética como el conocimiento de lo sensible, del sentimiento y de la percepción de lo bello.
La sistematización que Immanuel Kant realizó en la estética le valió el atributo de disciplina filosófica. En su Crítica del juicio o Crítica de la facultad de juzgar Kant investiga el origen del sentimiento y su manifestación más pura, el arte. Con Kant se establecen los cimientos de la estética moderna que, a diferencia de la tradición filosófica clásica, separa lo bello de lo bueno. Para Kant el juicio estético no aporta conocimiento del objeto, este viene dado por la razón o el juicio lógico: la estética estudia el conocimiento sensible, la percepción del objeto. Kant establece cuatro tipos de objetos de estudio: lo agradable, lo bueno, lo bello adherente y lo bello libre, donde sólo este último entra en el ámbito del juicio estético. Para Kant, lo agradable y lo bueno tienen intereses condicionados por los sentidos y la razón con un fin en particular; la belleza adherente supone un concepto del fin que determina, es decir, lo que el objeto debe ser; en cambio la belleza libre parte de la mera contemplación de la belleza del objeto, y no está condicionada o determinada por conceptos.
A finales del siglo XVIII, además de configurarse la estética o filosofía del arte como una nueva disciplina empezó a gestarse un nuevo ciclo histórico del arte. La estética otorgó respaldo filosófico a la autonomía del hecho artístico, iniciándose lo que hoy llamamos arte moderno. El arte fue alejándose del contexto político, religioso y social y empezó a buscar sus propias razones, su propia autonomía. Lo que hasta entonces era artesanía empezó a ser considerado arte. El arte pasó a ser Arte.
Aún así, del mismo modo que la modernidad propició la separación entre forma y contenido, entre arte y técnica también generó movimientos que volvieron a preguntarse por la nueva ontología de ambos conceptos. Por ejemplo, el Romanticismo como reacción al espíritu racional e hipercrítico de la Ilustración empezó a entender dicha subjetividad de un modo más individual, de un sujeto que intenta liberarse de lo bello objetivo. En él, la belleza se buscaba de un modo mucho más simbólico, generando un desequilibrio entre la idea infinita y la forma sensible. Hegel como máximo exponente de la estética romántica lo expresaba de este modo: “el arte bello y libre no se cuida de su forma exterior no permite observar en ella ninguna reflexión, ninguna finalidad, no permite descubrir ninguna intención, sino que en cada expresión, en cada aspecto, revela la idea y el alma del Todo”.
Esta autonomía proporcionó las bases para que se empezaran a ver las obras de arte como una ocasión para el juicio estético. Fueron varias las actitudes con que los artistas pretendían interpretar la realidad, la creación de sentimientos de vitalidad, placer, imaginación y reflexión dio lugar a diferentes estilos o planteamientos artísticos que volvieron a preguntarse por la nueva ontología entre ambos conceptos. El siglo XIX empieza la época de los movimientos artísticos: neoclasicismo, romanticismo, realismo, impresionismo, simbolismo, art noveau o modernismo, etc.
La Revolución Industrial tuvo un papel importante tanto en el cambio de rumbo del Arte Moderno como en este constante cambio de estilos artísticos. La artesanía y la burgesía, excluidas del nuevo sistema productivo, se apropiaron de los ideales estéticos para fundar escuelas de artes y oficios, separándose de las ciencias.
Significativo fue el hecho que a pesar de la incesante transformación en los modos de producción que ofrecía la tecnología, tanto lo artístico como lo técnico, aún reconociendo sus diferencias, no se quedaron al margen el uno del otro.
Desde la técnica se terminó generando una corriente de opinión estética donde los valores artísticos clásicos dejaron de tener valor y el pragmatismo de la técnica pasó a ser un arte por si mismo. La ausencia de preocupaciones artísticas ya no era causa suficiente para que no hubiera resolución estética en la obra construida, la obra ya no era vista como un objeto de culto, se profanó su espíritu convirtiéndola en algo puramente formal. Fue el origen del diseño. El diseño está explícitamente vinculado a la actividad productiva y al comercio pero en su razón de ser toma prestado de lo artístico los conceptos de creatividad y el lenguaje para ejercer su trabajo.
Paralelamente, la emancipación de lo bello como idea perfectamente controlada también empezó a tomar fuerza en el Arte de principios del siglo XX. Es en las vanguardias dónde los límites de lo artístico se ven ampliados hacia los límites del lenguaje, lo bello queda relegado a un atributo más. Aparecieron numerosas corrientes vanguardistas: art decó, fauvismo, cubismo, futurismo, expresionismo, constructivismo, suprematismo, dadaísmo, surrealismo, racionalismo, pop art, happening, minimalismo, hiperrealismo, arte conceptual, land art, arte povera, etc; que perduraron hasta después de la segunda Guerra Mundial.
Hoy en día el arte contemporáneo utiliza lo bello o lo feo indistintamente con el objetivo de producir emoción estética, de ir más allá de lo sensible, entrar en el terreno de la experiencia estética, de la emotividad, del juego y de la sorpresa. Con el auge de lo conceptual y de lo popular el arte actual se evapora en cualquier acción humana, lo feo puede ser estético y lo artístico puede ser cualquier cosa. El aura que siempre intentó tener el Arte dejó de existir. Todo se ha vuelto imponderable, ilógico e indeterminado y se expresa mediante la valoración del gusto o de un vago no sé qué. En los años 80 el filósofo estadounidense Arthur C. Danto llamó a este momento el fin o la muerte del Arte.
Aunque nuestras arraigadas ideas clásicas o nuestros ideales modernos quieran cuestionar la vaporización del arte actual es inútil negarlo, estamos en ella, vivimos en ella, la respiramos.
Dejo una cuestión en el aire: ¿Qué relaciones tiene la obra pública con la situación artística actual?
Hola, abitualmente suelo leer tus posts. Y siempre he querido expresar algo en este stio en señal
de apoyo, Animo!!.
Pingback: Si es que existe la “Luz”, necesariamente deberá existir la “Sombra”
Asistí interesado a vuestra presentación el dia 27 en Madrid.
Se viene echando de menos desde hace tiempo (inmemoriable?) un lugar donde se ponga en relación y en valor la técnica, aquello que hacemos para poner a través de lo material en práctica nuestros proyectos, y la estética, aquello que nos reconforta espiritualmente como bello o completo.
Por lo mque he podido ver publicado aquí felicitaciones por ello. Las referencias, por ejemplo, a Schlaich me parecen muy acertadas aunque en el caso de la Ciudad Olimpica de Múnich creo que sería apropiado hacer tambien referencia a los demas intervinientes, al menos Günther Benish como maestro de ceremonias y Frei Otto como ingenio constructor.
Se presentó este lugar como un lugar de colaboración abierta y es por ello que voy a utilizar primeramente este canal para dejar dos citas que hace unos dias surgieron en una reunión y creo que pueden resultar acertadas e inspiradoras. La primera hace referencia a la inscripción latina del ingeniero Julio Cayo Cacer que se encuentra en el puente de Alcantara y que probablemente conozcais: «Ars ubi materia vincitur ipsa sua» traducido como «Artificio mediante el cual la materia se vence a sí misma». Sobre esta cita, ya en si bastante cargada de sentido estético, alguien trajo a colación la de Italo Calvino en las Ciudades Invisibles:
Marco Polo describe un puente, piedra por piedra.
—¿Pero cuál es la piedra que sostiene el puente? — pregunta Kublai Kan.
—El puente no está sostenido por esta piedra o por aquélla — responde Marco—, sino por la línea del arco que ellas forman.
Kublai permanece silencioso, reflexionando. Después añade:
—¿Por qué me hablas de las piedras?
Es sólo el arco lo que me importa.
Polo responde:
—Sin piedras no hay arco.
Saludos
Esta mañana leyendo unas páginas de «The tower and the Bridge. The New Art of Structural Engineering», he encontrado una frase que David P. Billington recoge sobre unas reflexiones de Le Corbusier. Estas dicen:
«Prósperos y viriles, activos y útiles, equilibrados y felices en su trabajo,… pero solamente a través de la disposición y definición de las formas se comprende que hay un orden que es una creación pura del alma. En ese momento se experimenta la sensación de LO BELLO»
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Lo bello hace referencia a bellum belli,cosas de la guerra o lo belicoso-beligerante.El Arte en referencia al Ars artis,el arte de hacer las cosas,o el culto de la Diosa de la caza Artemisia,de donde la misa católica tomo un concepto de forma de arte.Pero lo estético se aleja de la cultura clásica,y tiende hacia la técnica,lo que es técnico o técnicamente posible.Armonizar los tres conceptos seria interesante,y supuestamente difícil tan difícil como la sencillez.La industria se queda solo con lo estético o plástico con lo superficial,y lo absurdo y el repulsivo o subversivo como istmos de movimientos artisticos no dejan de ser percepciones subjetivas de lo artístico.Por eso hay Arte clásico y arte contemporaneo,es decir que no puedes llamar arte a una cosa que ni filosófica ni técnicamente lo sea,añadiría que el mercado del arte de los museos ha desbancado ya hace tiempo no solo al arte y a lo artístico,incluso al mismo artista,en favor de una obra comercial al que se le pone un precio,entonces lo más caro es lo bello,es el nuevo arte?.