Ingeniería / Urbanismo

El Puente Juan Bravo en Madrid

Octubre de 2017. Desde un pueblo de la Cataluña Vieja escribo sobre un puente ubicado en Madrid que ha marcado mi camino. La situación política actual entre Cataluña y España merece un diálogo novedoso y sobretodo bonito, quizás el Puente Juan Bravo construido el año 1970 sea un buen ejemplo. ¿Acaso dialogar y construir puentes no son lo mismo? ¿Acaso comunicar no es construir?

El Puente Juan Bravo en Madrid.

El Puente Juan Bravo en Madrid, diseñado por los ingenieros José Antonio Fernández Ordóñez, Julio Martínez Calzón y Alberto Corral López-Dóriga, es una obra exquisita, trascendente, única. El referente histórico de este viaducto marcó un nuevo estilo constructivo en los puentes urbanos, quizás aún no superado. A pesar de las importantes novedades técnicas y de materiales que introducía el puente, el componente estético sobresalía por encima de cualquier otro aspecto atendiendo a la idea de estética constructiva integral, poco común en la obra pública.

El puente, también llamado el viaducto de la Castellana, ganó el primer premio del concurso público organizado por el Ayuntamiento de Madrid. En 1968 Carlos Arias Navarro, alcalde de Madrid, y el ingeniero de caminos delegado de los Servicios de Circulación y Transportes de la Ciudad someten a pleito la construcción del viaducto de la Castellana a Ángel del Campo Francés, miembro actual de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Su prestigio paisajístico en la Dirección General de Carreteras del Ministerio de Obras Públicas le permite valorar la propuesta de José Antonio Fernández Ordóñez y Julio Martínez Calzón y adjudicarles el proyecto. Se destacaron los siguientes factores:

  • Calidad general del proyecto.
  • Estudio con detalle y profundidad de todos los elementos del puente.
  • Criterios estructurales muy estrictos.
  • Uso de nuevos materiales como el hormigón blanco y el acero cortén, autorresistente a la corrosión.
  • Uso de nuevas técnicas como la estructura mixta (acero estructural y hormigón prefabricado).
  • Nuevos procedimientos de construcción como la prefabricación total de la losa del tablero.
  • Planteamientos estéticos.
  • Interacción en las infraestructuras ya existentes.

Añadiría y destacaría que el proyecto fue el segundo puente diseñado por Fernández Ordóñez y Martínez Calzón, primero construido. El proyecto, desde sus inicios, tuvo como consideraciones previas una serie de análisis estéticos a distintos niveles, como fueron el tratamiento de la visión tridimensional del viaducto desde la vía inferior de la Castellana; la visión del usuario sobre la estética funcional del mismo; y el análisis de la multitud de perspectivas del viaducto desde todos los puntos de vista posibles en la ciudad.

El puente siguió el Plan Castro para el Ensanche norte de Madrid, comunicando las calles de Eduardo Dato y Juan Bravo de los distritos de Salamanca y Chamberí. Esta transformación se planteó como una necesidad causada por la rápida transformación y expansión urbana experimentada por Madrid a finales de la década de los cincuenta dando respuesta al tráfico futuro esperado, tejiendo un poco ambos lados del Paseo de la Castellana.

Paseo de la Castellana.

El viaducto tiene una longitud de 320 metros, 16 metros de anchura y una pendiente descendiente y continua en todo el tablero desde el lado de la calle Serrano al de la calle Fortuny. En planta, el trazado del puente está desviado 20 grados de la ortogonalidad respecto la Castellana que en dicha zona hace un quiebro, lo que podría haber producido un efecto desagradable al conductor. La solución del proyecto fue variar la altura de las pilas del viaducto produciendo así el efecto óptico adecuado. Se escogió una pendiente constante a favor de una quebrada, intención inicial del Ayuntamiento que quería un puente con rasante horizontal, aunque al ver los informes que recomendaba Ángel del Campo, optaron por escoger la opción que proponía el equipo de José Antonio Fernández Ordóñez.

La introducción de la estructura mixta permitió tener un alzado esbelto y con mucha ligereza visual. El tablero se conformó por dos vigas cajón de alma llena de acero cortén y losas de hormigón armado ejecutada gracias a prelosas transversales prefabricadas y de hormigón blanco. Cortén y hormigón blanco dan un contraste atractivo de texturas y colores relevante y novedoso para la época. Las pilas, también de hormigón blanco, son de fuste único más capitel con doble apoyo por viga. Fueron un elemento esencial en cuanto a la adjudicación del concurso. El paso de la línea del metro por debajo de la Castellana no permitía el apoyo de ningún tipo de pila en su bóveda y la mayoría de los proyectos presentados en concurso presentaban pilas inclinadas pero el proyecto de Fernández Ordóñez y Martínez Calzón propuso descansar las pilas encima de una viga de gran canto para que ésta repartiera dichas cargas fuera de la bóveda del metro.

El puente está constituido con muchos detalles estéticos de gran calidad, los ejemplos más paradigmáticos son las barandillas, las pilas y la iluminación.

Barandilla del Puente Juan Bravo en Madrid. Diseño de Eugenio Sempere.

Las barandillas, diseñadas por el escultor Eusebio Sempere, están realizadas con un único tipo de perfilería muy delgada y se disponen en módulos. Cada módulo conforma una caja con dos planos de perfilería, uno con barras rectas y otro con barras curvas en forma de “ese”. El movimiento que ofrecen los dos planos de las barandillas crea una sensación muy agradable al espectador. En los tramos centrales y de acceso las “eses” se sustituyen por círculos. En ambos casos, el entrecruzado de líneas produce, a medida que se desplaza el peatón, sensaciones de movimiento muy interesantes. Las barandillas no sólo están en el puente, sino en todos sus accesos y a las calles contiguas al mismo con razón de integrar la nueva infraestructura al entramado vial de Madrid. Años después, y debido a motivos de seguridad, las barandillas tuvieron que ser modificadas con la inclusión de unas piezas prefabricadas de hormigón en su base, ya que no garantizaban la normativas vigentes. Un error, solventado, pero desvirtuando el canon estético de la barandilla. También, para no alterar la nitidez visual del tablero no se colocó iluminación sobre del tablero y la iluminación de debajo del puente se escondió entre las dos vigas cajón.

Las pilas de la mayor parte del tablero tienen un origen clásico en las columnas griegas. La ausencia de base, el fuste de sección octagonal con canales en las aristas tiene reminiscencias a la columna dórica clásica. El capitel, tras mucha horas de búsqueda formal por parte de José Antonio Fernández Ordóñez, recuerda de modo muy esquemático a una flor de loto en su visión transversal mientras que en su frontalidad recuerdan a los caballos persas del capitel de las columnas de la Apadana del Palacio de Susa construidas el s.V a.C en Persia. En planta, el puente sufre un sobreancho con un carril más al llegar a la calle Juan Bravo lo que genera un cambio de tipología de pilas y tablero: de pilas de fuste único a pilas aporticadas y de estructura mixta a losa de hormigón.

Pilas tipo del Puente Juan Bravo en Madrid.

Pila aporticada del Puente Juan Bravo en Madrid.

Debajo del puente de Juan Bravo el Ayuntamiento había previsto una nueva urbanización para evitar el aparcamiento descontrolado, aunque finalmente y gracias a la insistencia de José Antonio Fernández Ordóñez se ubicó el actual Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana. El deseo de Fernández Ordóñez de mostrar el arte del momento, su capacidad para luchar por lo que creía, su gusto por la escultura y su gran cantidad de contactos en el mundo del arte lo hizo posible. El propósito fue recuperar el espacio urbano para el uso común, convirtiéndolo en una zona de paso, descanso y además acercar el arte abstracto español al público. Obra pública como soporte de arte público, brillante.

Escultores como Andreu Alfaro, Eduardo Chillida, Martín Chirino, Julio González, Pablo Palazuelo, Gustavo Torner, el propio Eugenio Sempere, Joan Miró, Josep Maria Subirachs, Pablo Serrano, etc. se comprometieron a donar sus obras a cambio exclusivamente del pago de los materiales y de su ejecución. Los artistas escogidos representan a dos generaciones de la vanguardia española, una de los años veinte y treinta y la otra de los cincuenta. Aunque faltarían obras de Picasso, Oteiza, Gargallo o Ferrant para dar un panorama más completo, los artistas seleccionados son representativos de las más variadas tendencias de la abstracción española, desde el informalismo hasta el constructivismo pasando por las corrientes geométricas o materialistas.

Museo de Escultura al Aire Libre en Madrid. ‘Un món per infants’ de Andreu Alfaro y ‘Proalí’ de Marcel Martí.

El proyecto tiene una superficie de 4.200 m2 dispuestos sobretodo en una amplia zona central donde está el paso elevado y dos franjas ajardinadas que lo bordean. En el desnivel entre los estribos y la Castellana se proyectaron tres niveles donde se ubican orgánicamente las esculturas, algunas de ellas interactuando con el espacio urbano. También se cuidaron mucho los detalles de accesibilidad y la seguridad, todas las esculturas se pueden ver de noche sin ninguna limitación de horarios ni accesos. El museo, en definitiva, ayuda a recuperar las viejas tradiciones del puente como lugar de acogida y de contemplación y no como espacio residual usualmente utilizado como zona de aparcamiento. A destacar que el museo se abrió al público dos años después de la inauguración del puente.

Ya con el proyecto en marcha, José Antonio Fernández Ordóñez, Julio Martínez Calzón y Eusebio Sempere fueron a casa de Eduardo Chillida para preguntarle por su posible colaboración. Chillida pospuso la decisión de participar debido a otros trabajos que estaba desarrollando. Semanas después Chillida concretó una idea de escultura para el Museo de Esculturas al Aire Libre. Chillida vio una máquina pesada trasladada por un puente grúa en el taller donde trabajaba. Surgió la idea de colgar la escultura del puente, un intento de rebelarse contra la gravedad y contra la obligación amarrar la escultura al suelo. Necesitaba de la ayuda de José Antonio Fernández Ordóñez, fue el inicio de una fructífera relación.

Chillida quería que su escultura estuviera, además de colgada, unida al puente para que así pudiera competir con él. José Antonio Fernández Ordóñez vio inviable colgar la escultura del tablero y la solución fue suspenderla de cuatro de las pilas. Para que no se viera afectado el puente estructuralmente Fernández Ordóñez dio un orden de magnitud de peso a Chillida, dejando en manos de Eduardo Chillida la forma y la elección del material. Al final pesó 6.150 kilogramos. Pero no sólo la elección de colgar la escultura fue novedoso, la elección del hormigón como material escultórico fue genuino, hasta cierto punto rompedor. Chillida ya llevaba tiempo con la idea de realizar una escultura de hormigón, fue José Antonio Fernández Ordóñez y el puente de Juan Bravo quien catapultó la idea.

«Lugar de Encuentros III», Eduardo Chillida.

La escultura consigue crear un diálogo entre la obra y su entorno, dando otro enfoque al puente. Eduardo Chillida tituló la obra “Lugar de Encuentros III” siguiendo la serie que lleva el mismo nombre. “El nombre le viene de su misma esencia. Es un Lugar de Encuentros entre las personas. La escultura está a 70 centímetros del suelo, una altura humana. Y los espacios interiores de la obra son como los pulmones de la escultura, entre los cuales la gente se puede meter y encontrarse”.

El “Lugar de Encuentros III” no siempre ha estado colgada del puente. La polémica radicaba en la política, la escultura era de un escultor vasco y la situación en el País Vasco por aquél entonces no era muy conciliadora. El Ayuntamiento de Madrid y su alcalde Carlos Arias Navarro justificaban la decisión por motivos estructurales, alegando razones de seguridad por el peso excesivo de la escultura. Los informes exhaustivos realizados por los ingenieros no fueron atendidos por las autoridades y en abril de 1973 se retiró la escultura de Eduardo Chillida del Museo de Escultura Abstracta de Madrid. Este caso llegó a la sociedad, por ejemplo, algunos periodistas bautizaron la escultura con el mismo nombre que la obra teatral “La sirena varada” de Alejandro Casona representada en Madrid por entonces. A raíz de estas dificultades, Joan Miró, buen amigo de Chillida, le propuso colgar la obra delante de la entrada de su fundación en Barcelona, era junio de 1975. No fue hasta el 2 de septiembre de 1978 y gracias al alcalde José Luis Álvarez y un profundo estudio de condiciones técnicas que la escultura colgó definitivamente de su emplazamiento original. En referencia al prohibición de la colocación de la obra de Chillida por motivos de origen, comentar que en la misma colección del Museo existe una obra de Julio González, “La Petite Faucille o la Pequeña Hoz”, con claras referencias ideológicas comunistas.

Puente, museo y escultura sirvieron de contexto para movilizar a muchos ciudadanos en actos normalmente relacionados con el terrorismo vasco. Por ejemplo, el 13 de junio de 2001 alrededor de 200 periodistas se concentraron en defensa de la paz y la libertad de expresión debido a una serie de asesinatos de profesionales de los medios de comunicación. El acto iba en solidaridad con los periodistas vascos y la escultura de Chillida servía de nexo con la del Peine de los Vientos, también de Chillida, donde los periodistas vascos se reunieron en San Sebastián.

Detalle estructural que permite colgar la escultura «Lugar de Encuentros III».

El Museo de Escultura Abstracta, primero al aire libre en España, con sus magníficas esculturas puede que reclame más la atención que el propio puente pero es un apriorismo muy fútil cuando uno pasea por la obra. La obra de Chillida además conecta literalmente la escultura con el puente desdibujando el límite entre arte y obra pública. Aunque la labor de José Antonio Fernández Ordóñez y su equipo de diseño para lleva a cabo el Museo está alejada de la disciplina de ingeniería civil y fuesen muchos los que criticaron y todavía critican las preocupaciones sumamente estéticas en proyectos de obra pública. En mi opinión el Puente de Juan Bravo es un referente para llevar a todos los niveles de la sociedad un proceso de estetización del mundo construido, necesario.

Soy ingeniero gracias a este puente.


Nota editorial

La mayor parte de la información de este artículo forma parte de la tesina de especialidad “Relación entre la obra de José Antonio Fernández Ordóñez y Eduardo Chillida Juantegui”, escrita por Guillem Collell Mundet, dirigida por Salvador Tarragó Cid y editada por UPCommons en 2005.

Este artículo se utiliza como soporte el día 4 de noviembre de 2017 en una visita al puente con los estudiantes de Ingeniería Civil de la Universidad Politécnica de Valencia acompañados por los profesores Ignacio Payá Zaforteza y Carlos Manuel Lázaro Fernández. También la profesora Maria Garlock de la Universidad de Princeton.

Visita al Puente Juan Bravo.

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3 Comments

  1. Pingback: La teoría del color y la estética en ingeniería – El blog de Víctor Yepes

  2. Inés alberfi says:

    Magnifico artículo. Tiene perspectivas históricas y estéticas, además del análisis técnico propio de los ingenieros. Da gusto leer a un autor así

  3. Quino says:

    Muchas gracias y enhorabuena!!
    Un magnífico artículo

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