La ciencia tiende a fraccionar lo que quiere controlar a base de unidades discretas con propiedades controlables y cuantificables. Pero también es capaz de tomar la intuición humana para hacer un análisis comparativo sobre lo establecido, lo cual genera un espíritu de superación muy cercano al conocimiento artístico. Lo aleatorio, lo espontáneo, la novedoso y lo diverso son categorías ya no tan lejanas al determinismo de la ciencia clásica reducionista. Evidentemente es una cuestión de enfoque, de lenguaje, de discurso.
Richard P. Feynman, físico teórico estadounidense y premio Nobel de física en 1965 por su trabajo en electrodinámica cuántico; está en desacuerdo con el histórico tópico sobre si la ciencia puede o no puede tomar decisiones sobre cuestiones estéticas.
Recomendamos tanto la lectura de su libro «The Pleasure of Finding Things Out: The Best Short Works of Richard P. Feynman» editado por Helix Books; como su célebre discurso sobre la belleza de la flor.
Traducción de parte del discurso al castellano:
«Tengo un amigo artista que suele adoptar una postura con la que yo no estoy muy de acuerdo. Él sostiene una flor y dice: «Mira qué bonita es», y en eso coincidimos. Pero sigue diciendo: «Ves, yo, como artista, puedo ver lo bello que es esto, pero tú, como científico, lo desmontas todo y lo conviertes en algo anodino». Y entonces pienso que él está diciendo tonterías. Para empezar, la belleza que él ve también es accesible para mí y para otras personas, creo yo. Quizá yo no tenga su refinamiento estético, pero puedo apreciar la belleza de una flor. Pero al mismo tiempo, yo veo mucho más en la flor que lo que ve él. Puedo imaginar las células que hay en ella, las complicadas acciones que tienen lugar en su interior y que también tienen su belleza. Lo que quiero decir es que no sólo hay belleza en la dimensión que capta la vista, sino que se puede ir mas allá, hacia la estructura interior. También los procesos, por ejemplo, el hecho de que los colores hayan evolucionado para atraer a los insectos significa que los insectos pueden apreciar el color. Y entonces se crea la pregunta: ¿El sentido de la estética también lo tienen las formas de vida menores de la naturaleza? ¿Por qué razón les resulta estético? Toda clase de interesantes cuestiones de la ciencia que no hacen sino sumarle misterio e interés a la impresión que deja una simple flor, no entiendo cómo podría restárselo.» Richard P. Feynman.