Estética

El no-estilo y la obra pública

En la historia de la construcción siempre se ha tratado de unificar las obras construidas bajo ideas y formas visuales concretas. De estas geometrías comunes, o bien situadas en una región o bien construidas en un periodo de tiempo determinado, surgen los estilos históricos.

El estilo es un modo de actuar, una forma común de trabajar, de pensar, de expresar y de concebir. Selectivo, autoconsciente y coherente, todo estilo tiene connotaciones sublimes y elevadas. No atañe a función o respuesta alguna, es la expresión pura de un resultado construido y es siempre representativo de una cultura y de un tiempo determinado.

El estilo suele asociarse a lo elegante, al buen gusto, al refinamiento o a las buenas maneras, aunque puede haber estilos feos, aburridos, brutales o provocativos.

Victor Enrich. Defense. Fuente.

Victor Enrich. Defense. Fuente.

Históricamente los estilos pasan por varias fases o estados temporales hasta que quedan asentados o sobrepasados. Evidentemente también pueden ser mutables y gracias a estas pequeñas variaciones formales, las secuencias formales definitorias de cada estilo se reactivan mediante otras expresiones estéticas. Por suerte tenemos un rico, variado y cambiante legado histórico.

Cada estilo surge mediante un cambio en las técnicas de construcción y en los materiales. Aún así la modificación de los estilos históricos imperantes depende mucho del tiempo histórico en qué dicha variante ha sido construida ya que si un estilo tiene más de un siglo de vigencia es consecuencia de su propia evolución, no sólo del modo en que es representado sino del modo en que es percibido.

El acto de construir nunca se ha considerado como un estilo propio y normalmente ha sido relegado a un segundo plano por los atributos histórico-artísticos de cada estilo. La construcción ha sido y seguirá siendo el modo inevitable de expresión constructiva de un momento histórico determinado y el estilo ha sido y seguirá siendo el añadido dispuesto para definirse o ubicarse en la historia.

A mediados del siglo XX, después de la segunda Guerra Mundial, el apogeo de lo conceptual en la posmodernidad reconoce a cualquier construcción como estilo y sello propio. Desde entonces ya no hace falta la construcción en sí para definir un estilo. La idea de encontrar la solución sin encontrarla, de realizar una obra sin realizarla es suficiente y definitorio. Si antes el estilo daba atributos a la construcción ahora la construcción es disfrazada con argumentos e imágenes renderizadas, se vuelve literatura. El estilo, como motor de los grandes temas clásicos, queda desenfocado y deshumanizado. Se pierden los elementos estables y realistas para equipararse a un juego, siendo el estilo el estímulo para jugar.

Filip Dujardin Fiction#8. Fuente.

Filip Dujardin Fiction#8. Fuente.

El estilo ya no depende de la construcción sino del lenguaje. La continuidad evolutiva de la praxis histórica constructiva se ha visto alterada por la gran cantidad de elementos a escoger y a conocer para la definición estilística de un proyecto constructivo. La historia es una cantera inagotable de fuentes de inspiración y lo contemporáneo indaga en las características de cada estilo histórico y las utiliza para modificarlas de manera arbitraria. El pensamiento contemporáneo ha acercado el pensamiento a las ideas y a los conceptos más que en cualquier otra cosa y las realizaciones contemporáneas, en consecuencia, dejan de buscar la forma elevada quedándose con la forma sensible; reivindicando la estética de la recepción. La obra construida se entiende como algo recibido y no como algo ontológico, siendo su construcción una elección autoritaria, con reminiscencias de un elemento fetiche.

En este contexto de complejidad cada vez más vertiginosa se hace imposible sintetizar en pocas palabras la nube ideológica de los múltiples estilos actuales, lo que conlleva a la negación absoluta del estilo. El no-estilo predomina como estilo.

Filip Dujardin. d'ville 007. Fuente.

Filip Dujardin. d’ville 007. Fuente.

Vivimos en el mundo de la imagen, del consumo, del cambio, del gusto, de lo popular, de lo original, de lo banal, de lo público, de lo creativo, de lo emotivo … atributos que no sólo tienen una significación estética cada vez mayor, sino que su valor es útil para categorizar elementos estéticos cada vez más incontrolables y cada vez más alejados de las bases técnicas.

Política, tendencia, mercado, diseño y moda: ya no hay razones, el mercado o el poder determinan la estética imperante. ¿Cuántas veces un alcalde, un regidor de urbanismo o un técnico municipal ha decidido o modificado la elección funcional y/o estética de un proyecto sin dar motivos objetivos/contrastados? Las razones funcional y artística pierden peso y se vuelven aparentes entrando en el mundo de la incoherencia, donde el fin y los medios pueden no tener relación y donde todo se hace para hacer algo diferente o, lo que es peor, para dar respuestas al gusto común.

Política, tendencia, mercado, diseño y moda: conceptos volátiles que forman parte de un sector creativo muy alejado de las bases técnicas, sobretodo de la ingeniería. El ingeniero trabaja desde el anonimato y tiene un conocimiento exhaustivo de la obra pero se encuentra fuera de esta trama. Su nombre no aparece y si aparece lo hace en forma de marca o referencia, un icono fácil de identificar. La discreción y la búsqueda de la esencialidad son valores que tienen mucho que ver con la responsabilidad temporal del territorio. Una presa, por poner un ejemplo, tiene como objetivo perdurar en su razón de ser, en cambio, la moda de primavera-verando del próximo año suele ser impactante, diferente, efímera y novedosa respecto a tendencias anteriores.

A diferencia de la técnica, la medición del no-estilo creativo actual está muy lejos de encontrar una clara y rigurosa formulación, puesto que varía incesantemente en función del sujeto y del momento en cuestión. Entender la magnitud estética de cualquier realización artística contemporánea desde la técnica nunca será posible sin una previa desfocalización de la rigurosa preocupación por la exactitud racional en la realización de cualquier detalle. Se hace necesario un replanteo de ¿Qué es «lo racional»?.

No entender las modas o las tendencias como un estilo de creación en la obra pública equivale, en cierto modo, a no depender del vasto mundo de la estética actual. Quizás sea acertado mantenerse al margen pero no es acertado ignorar este contexto durante el diseño de un proyecto o durante la construcción de una obra. Además en el contexto contemporáneo las bases técnicas no son una mera herramienta, las realizaciones más contemporáneas utilizan lo imposible como fuente de inspiración para que el espectador quede anonadado y piense que lo que está mirando es el no va más. Aunque su contenido sea banal e ilógico, lograr que lo que no puede ser sea atrae, y mucho. Es aquí donde la técnica deja ya de ser una herramienta para pasar a formar parte de las razones de la obra. El hecho constructivo se incorpora radicalmente en la comprensión de la obra misma, hace parte de ésta.

Filip Dujardin Fiction#1. Fuente.

Filip Dujardin Fiction#1. Fuente.

En definitiva, lo contemporáneo hace que cuantos más límites formales y también funcionales definan el estilo escogido como fuente de inspiración, más numerosas sean las variaciones a las que dará lugar. Esto, a priori, conduce a la banal democratización y/o politización del gusto estético en la obra pública. No obstante hay alternativa! La moneda siempre tiene dos caras y la segunda cara tiene relación con la calidad ética-artística-funcional de lo construido.

Dejo dos preguntas en el aire ¿De qué lado cae dicha moneda? ¿Estará trucada?

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One Comment

  1. ¿De que lado cae la moneda? Pues no lo sé. En ingeniería civil, el discurso funcional – económico y buscar un encaje paisagístico está agotado. Y las tendencias actuales de los arquitectos estrella me dan absoluto pavor.

    Hace un par de días leía una entrevista de una directora de videoclips (muy de moda actualmente) que decía: «Hago cosas que son útiles, no para colgarlas en un museo». Explicaba como el éxito le había llegado después de años de trabajo duro, a hacer lo que le gusta y a hacerlo con pasión. Tal vez éste ejemplo parece que queda lejos de las obras públicas, la arquitectura o el urbanismo, pero en el diseño audiovisual también se trabaja con condicionantes técnicos y presupuestos muy limitados. Además me ha servido para enmarcar mi argumento.

    Creo que el camino pasa por ser honesto en tu trabajo, hacerlo lo mejor posible. En definitiva, crearse un estilo propio sin ser pretencioso ni egocéntrico.

    La entrevista de Lyona en amor a l’art.

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