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Hacia la Cultura del Diseño en la Obra Pública

El mundo cambia y con él cambia la cultura y el modo de diseñar y hacer obra pública. Es momento de promover radicalmente la obra pública como un activo cultural, creando actividades abiertas y compartidas que promuevan el pensamiento crítico, la divulgación y la comprensión de la obra pública. Promover la cultura del diseño en la obra pública no es un capricho, importa y mucho. No lo es todo, pero lo hace todo mejor.

No hay obra pública sin cultura

La obra pública participa constantemente, de una manera u otra, en nuestras vidas. Es más que un problema a solucionar, es una oportunidad para vivir mejor. Gracias a ella nos movemos, vivimos, pensamos, somos. Utilizamos las obras públicas diariamente, están tan presentes en nuestras vidas que nos hacen ser como somos. Ahora bien, casi nunca reflexionamos o hablamos de los procesos creativos que las hacen posibles, lo que conlleva el hecho de gestionarlas, planificarlas, diseñarlas, construirlas, mantenerlas, etc. y, si lo hacemos, demasiado a menudo es para dotarlas de connotaciones poco sensibles o sin profundizar en sus cualidades humanas.

Las obras públicas llevan implícitas una serie de categorías universales: poder, capitalismo, tecnología, desarrollo, política, pensamiento, humanidad, creatividad, estética, experimentación, sociedad, cultura, etc. En las últimas décadas, por ejemplo, casi que se hace imposible entender la contemporaneidad sin profundizar en el entendimiento de cómo se modifica el espacio público, siendo las obras públicas esenciales y vertebradoras de dicho contexto. Aun así, la relación entre la obra pública y la cultura ha tenido una correspondencia muy rígida, apartando la universalidad de su contexto humanista, sin atender a sus atributos explícitamente culturales. Es una necesidad notoria la de promover dichos atributos, así como de todos aquellos procesos creativos que las hacen posibles. Toda entidad o persona relacionada con la obra pública es consciente, en mayor o menor medida, que esta realidad le interpela. Pero hay que ir más allá de la consciencia personal o del simbolismo de un artículo en una revista institucional, hay que crear contenidos y oportunidades, hay que compartir experiencias y conocimientos, hay que comunicar ideas y opiniones. ¡Hay que hablar de las obras públicas! No es sencillo hacerlo, hay demasiados intereses, de aquí que sea difícil despertar iniciativas al respecto, pero hay que hacerlo. Vivimos en el año 2022.

Que el contexto de la obra pública sea reaccionario a ello no es un problema, es una oportunidad. Entre todas las personas y entidades interesadas podemos dirigir la obra pública hacia nuevos territorios y nuevas formas de pensar y actuar. Tanto las soluciones de diseño como la cultura de la reflexión estética son temas latentes que sólo pueden retroalimentarse mediante una actitud abierta y proactiva hacia la necesidad de compartir información, pasiones, voluntades, conocimientos y experiencias acumuladas. Hoy en día no hay impacto real sin divulgación, innovación, proactividad y empatía. La cultura del diseño no es solo para diseñadores, interpela a todos los agentes posibles y se está convirtiendo en una herramienta de éxito para canalizar valores humanistas y sostenibles cada vez más necesarios para cualquier tipo de organización o profesión.

Taller creativo en el espacio público. Girona. Foto: Guillem Collell.

No hay obra pública sin diseño

El proceso de diseño de una obra pública es complejo, deben considerarse multitud de variables que no son lineales y se retroalimentan entre ellas, es iterativo y por aproximación según las condiciones del entorno. En el proceso tiene mucha importancia la intuición y la experiencia del proyectista que acaba dirigiendo el resultado en una dirección u otra hasta el resultado final. Hace falta creatividad para resolver las diferentes caras del problema, hay que recopilar datos, analizarlos y trabajarlos mediante la experimentación y modelos. Según Bruno Munari en ¿Cómo nacen los objetos?, “la parte más ardua del trabajo del diseñador será la de conciliar las diferentes soluciones con el proyecto global”.

Pero, ¿podemos obtener unas reglas universales de diseño? Autores clásicos como Vitruvio propuso tres pilares para cualquier construcción: solidez, utilidad y belleza (firmitas, utilitas, venustas). En un inicio, muchas soluciones pueden cumplir con estas reglas, ¿cómo escogemos entre ellas?, el principio filosófico de la navaja de Ockham nos dice que para encontrar la solución de un problema hay que seguir la dirección que menos resistencia ofrece. En esta línea también están los paradigmáticos postulados del movimiento moderno, con el “menos es más”, “la forma sigue a la función” o, tal y como acuñó el diseñador Dieter Rams, “menos, pero mejor”.

Pocos diseñadores han escrito explícitamente sobre el proceso de diseño de las obras públicas. En cambio, la profesión de diseñador en los ámbitos de la industria o las TIC es mucho más conocida y reconocida. Se ha creado una cultura del diseño en la que participan profesionales y usuarios, se han fundado escuelas y se ha creado una profesión. Y, lo más importante, el empoderamiento de los diseñadores ha generado un valor adicional en la industria.
Demasiadas veces se asocia el diseño de las obras públicas con los diseños icónicos. Suele pasar en casos donde el promotor quiere demostrar su poder, entonces el diseño se convierte en un fin en sí mismo. El problema inicial de garantizar la seguridad y la funcionalidad deja de ser el objetivo primario y, en casos extremos, hasta se acaba diluyendo.

Puente de diseño icónico. Puente de Nelson Mandela. El Prat de Llobregat. Foto: Marta González.

También existen otras direcciones en el diseño contemporáneo de obra pública sin que haya una necesidad notoria de exaltar el diseño icónico, atendiendo a valores más convencionales como la artesanía, el respeto al lugar, la comunidad y el trabajo en equipo. Opciones como mostrar el mecanismo resistente y los elementos constructivos dan un carácter honesto a las infraestructuras. De la correcta aplicación de los materiales y formas surge el valor histórico de las obras públicas. Ahora sólo falta que sea, en mayúsculas, cultura contemporánea.

Pasarela provisional en Sant Andreu de diseño funcional, Barcelona (2015). Foto: Jaume Guàrdia.

Reconstrucción de urgencia de los Puentes de ferrocarril y carretera sobre La Tordera después del Temporal Gloria. Blanes (2021). Dos diseños distintos pero funcionales. Foto: Jaume Guàrdia.

No hay obra pública sin oficio

Con los años las disciplinas y las especializaciones técnicas han ido relegando el oficio artesanal. Según el sociólogo estadounidense Richard Sennett el oficio está ligado con el trabajo artesanal y tiene tres patas que lo sustentan: la motivación, la habilidad y la calidad. Quien tiene oficio tiene una vocación y una experiencia que le dan un conocimiento tácito en aquello que hace. En contrapartida, la tendencia actual es separar la profesión de diseñador de la construcción. Se tiende hacia la especialización para ganar productividad y existe el riesgo de perder el oficio. Si los diseñadores se alejan de la materialización de sus obras, ¿cómo van a comprender los procesos de producción?, ¿cómo van a saber que sus diseños son realizables

En el sector industrial ya hace años que ha habido una deslocalización de la producción. Si nos fijamos, por ejemplo, en el sector de la moda, ¿cuán lejos está la profesión de diseñador de moda del oficio de sastre? Actualmente, el trabajo de diseño de moda se da en las ciudades cunas del diseño (París, Nueva York o Tokio) muy lejos de los países donde se realiza la confección (Vietnam, Bangladesh o Pakistán). Este modelo productivo es el que más éxito está teniendo, pero no es el único ni el más ético. Están en auge otras opciones como el movimiento maker, el cual se basa en el conocimiento abierto y compartido para poder fabricar elementos mediante tecnologías baratas y accesibles. Los makers han llenado el mundo de talleres donde, si tienes una buena idea, la puedes producir con impresoras 3D, cortadoras láser y brazos robóticos.

Ampliación de un puente realizada por un mismo equipo desde los estudios iniciales hasta la ejecución. Sant Pere de Ribes (2019). Fotos: Marta González.

Otra característica fundamental del artesano es que no separa lo teórico de lo práctico, tiene interés en comprender y dominar la producción de sus objetos en todos los aspectos. Estas características también definen la ingeniería integral, donde un mismo equipo realiza los estudios iniciales, el proyecto básico, el de detalle, la construcción y el seguimiento posterior.

En el desarrollo del oficio las herramientas que utilizamos son claves, ya que condicionan el trabajo, cambiando la productividad y la forma de diseñar. Sin la limitación del cálculo manual y con la potencia del dibujo en CAD los diseños han incrementado su complejidad, aunque también pueden tener un mal uso. Por ejemplo, con la asistencia digital se suelen eliminar los pasos intermedios, empezando directamente con un modelo complejo, sin pasar por los bocetos y los esquemas simplificados que ayudan a conceptualizar y dar con la mejor solución.

Las herramientas nos permiten formas complejas. Pasarela de Ca n’Alemany, Viladecans (2019). Fotos: Marta González.

El uso de herramientas informáticas ha cambiado la forma de diseñar. Pasarela del Torrent de la Font, Badalona, Barcelona (2019). Fotos: Marta González.

Sin obra pública no hay futuro

Vivimos en una época de transición hacia un futuro incierto, de cambios radicales. El marco social y sostenible, la gentrificación en ciudades y el incremento de la población y de la temperatura como no-utopías a largo plazo, ya son realidades. Las clásicas bases de la ingeniería de caminos: tecnología, entorno físico y usuarios; están mutando hacia temáticas mucho más poliédricas: la revolución digital, el desarrollo sostenible y un nuevo modelo humano. Con ello, se expande el concepto de “diseño” y se amplía el concepto de “función” del archi presente axioma racionalista “la forma sigue siempre la función” atendiendo a nuevos valores sociales y a acciones inteligentes, eficaces, de proximidad y respetando el planeta; delegando las herencias rígidas del pasado, de jerarquía vertical y unidireccional, poco sensibles a novedades que no vengan por imposición económica.

El futuro se dirige hacia métodos de mejor productividad, resiliencia y calidad de vida gracias a la ciencia de las ciudades. El reto es trasladar los métodos que ya funcionan en bienes de consumo industriales de menor tamaño productivo al contexto prototípico de la obra pública para que las soluciones específicas no sean productos difíciles o caros de conseguir. La realidad aumentada, los modelos parametrizados y digitalizados, los esfuerzos evolutivos, los diseños por capacidad, etc. ya son compañeros de viaje y han venido para quedarse. También las tecnologías de la información y comunicación son más que herramientas esenciales para llevar a cabo el campo de trabajo de los profesionales de la obra pública. Estas y otras metodologías de trabajo son esenciales para aplicarlas a los retos del mundo actual con el objetivo de encontrar las soluciones que necesitamos.

La economía de recursos ha reducido la creatividad, la reflexión, la artesanía y el diseño a una parte más del sistema, perdiendo la visión global, sólo atendiendo a la eficacia resolutiva, desdibujando la visión holística y, por qué no decirlo, renacentista del diseñador como herramienta clave para el buen desarrollo de cualquier obra pública. Las obras públicas del futuro no deben seguir así ¿Cómo serán? ¿Cómo serán sus diseños? Es fascinante pensarlo. Quizás sea imposible adivinarlo sin un conocimiento hermenéutico de las tecnologías emergentes y de las voluntades colectivas pero nos aventuramos a idealizar una obra pública de diseño sensible donde la importancia del diseño formal, material y tecnológico se irá evaporando hacia destellos éticos, cada vez más luminosos. La cuarta revolución industrial también nos lleva a reivindicar los valores sostenibles para hacer frente al cambio de paradigma tecnológico con posicionamientos humanistas, donde el diseño de obra pública sí atenderá o revalorizará el carácter artesanal y creativo del diseño, aportando nuevas soluciones, flexibles y democráticas.

Las obras públicas están en constante evolución por el envejecimiento, su uso y por las actuaciones de mantenimiento. Con los años, llegan al final de su vida útil y la opción más sostenible pasa por repararlas, restaurarlas, rehabilitarlas y reconfigurarlas. Muchas no son lo suficientemente flexibles para adaptarse a las nuevas circunstancias, hace falta repensarlas y rediseñarlas. Además, la sociedad está en constante evolución, los condicionantes actuales no serán los del futuro. Hace unas décadas el paradigma de movilidad eran las vías rápidas segregadas y las ciudades estaban llenas de viaductos y vías elevadas. En muchos casos eran diseños técnicamente brillantes, pero la sociedad ha cambiado y ha dado por obsoletas dichas construcciones. Hoy gran parte de las infraestructuras están realizadas y los retos a los que nos tenemos que enfrentar son muy diferentes, el mantenimiento y la gestión son claves para garantizar su sostenibilidad. La tendencia actual es la de promover la movilidad activa y sostenible, eliminando barreras, quitando espacio al vehículo privado y reduciendo los desplazamientos innecesarios.

Ejemplo de obra pública rediseñada. Puente de Gelsa sobre el Ebro construido en 1930, reconstruido en 1940 y rehabilitado en 2019. Gelsa (2019). Foto: José Antonio Mateo.

Sin personas no hay obra pública

Vivimos en el Antropoceno. Satisfacer las necesidades de nuestra sociedad sin romper los límites ecológicos de la Tierra exige un cambio de paradigma en nuestro comportamiento. El cambio de mentalidad actual nos impulsa hacia un desarrollo sostenible, pero también sensible. Las obras públicas son resultado de un compendio de diseño, construcción, desarrollo, medio ambiente, viabilidad, inversión, gestión, riesgos, tecnología … mejor aún, las obras públicas son activos culturales porque el espacio público es limitado y la gente vive en él. No sólo hay que comprender el modelo de la ciudad o del territorio que queremos como un proceso creativo de actualización permanente, sino que hay que entender dicho proceso desde su interacción con las personas. No hay que olvidar jamás que sin personas no hay obras públicas.

Pero, ¿integra la obra pública las ideas originadas por parte de, por ejemplo, grupos sociales vulnerables o desfavorecidos? La respuesta, lamentablemente, es clara: no, no es así. El diseño del espacio público es una práctica “top-down” históricamente asociada con una cultura sofisticada, snob, elitista y politizada. Los gobiernos, los planificadores y los diseñadores deciden y gestionan; y muy pocas decisiones se dejan en manos de los usuarios. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la gente quiere formar parte del desarrollo urbano de su barrio, cada vez más vecinos quieren participar de los procedimientos de toma de decisiones, sin someterse a la autoridad. El empoderamiento ciudadano se ha convertido en una práctica habitual, pero hace falta diseñar proyectos de creatividad compartida para que dichas oportunidades vayan más allá de una fachada estética o de unos requisitos a modo de “check-list”. Si queremos crear una obra pública actual, tenemos que hacer que las personas estén en el centro, que se impliquen realmente. De hecho, históricamente hay muchos ejemplos de obra pública que se ha construido únicamente gracias a intereses no gubernamentales y cuando sucede esto, a menudo florece una increíble cantidad de cuidado, de sentimiento de propiedad y de interacción ciudadana. Parafraseando a Jane Jacobs: humildes, sin propósito y aleatorias como pueden parecer, las ideas simples en las obras públicas son los pequeños cambios a partir de los cuales puede crecer en riqueza de la vida pública.

Reivindicaciones vecinales para la construcción de un puente. Girona. Foto: Guillem Collell.

El hoy nos interpela directamente, hay que actualizarse. Debemos establecer conexiones y alianzas con estas u otras líneas de desarrollo e investigación, no como capricho sino como forma de abordar las múltiples y complejas realidades actuales. La obra pública no es una excepción al contexto actual, es más, es un activo principal, nadie puede negarlo.


Notas editoriales

Este artículo es la reedición del mismo publicado en mayo-junio de 2022 en el monográfico «El Diseño en la Obra Pública 2» de la Revista de Obras Públicas editada por el Colegio de la Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos desde 1853. Con inscripción gratuita previa, se puede leer el artículo en los siguientes enlaces: enlace 1 (artículo digital), enlace 2 (revista digital).

La autoría de este artículo es compartida. Autores del artículo y cofundadores de dobooku: Jaume Guàrdia Tomàs y Guillem Collell Mundet.

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