Educación

Looking for Betancourt

Y entonces sucedió. Después de tres años y medio en la honorable Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid, un profesor se atrevió a decir “en este trabajo podéis hacer lo que queráis”. En ese momento, se levantó un gran revuelo y una ola de susurros inundó la clase. Al mismo tiempo que se explicaba la temática y el método de evaluación con unas diapositivas nada habituales, la imaginación de decenas de estudiantes comenzaba a despertar de ese letargo en el que se había sumido para poder dejar paso al tan ansiado conocimiento técnico que requiere la profesión. ¿Cómo era posible? ¿qué clase de trampa encerraba aquella afirmación? Porque sí, lo habéis leído bien, la única regla era el tema, que debía estar relacionado con Agustín de Betancourt. ¿Y los datos de partida? ¿Dónde encontrar el esquema de resolución para este problema? Se nos otorgaba una recién nacida pero plena libertad para enredar, hacer y deshacer lo que nos apeteciera y sobre lo que nos viniese en gana.

Desvelaremos aquí que, como cabría esperar y no podría ser de otra manera, el trabajo era para la asignatura de Historia, Arte y Estética de la Ingeniería Civil. Entenderemos la palabra arte en su sentido más estricto como la “capacidad o habilidad de hacer algo”. El desafío bien no aparentaba gran complejidad, bien se entendía imposible, según se mirase. Sin embargo, las opiniones que podían encontrarse entre el alumnado eran muy diversas: desde un pavor por la capacidad de elección que se nos entregaba hasta un rechazo rotundo a la tarea dado su carácter voluntario y “poco ortodoxo” si lo comparamos con la tradición académica conocida. Fueron pocos, pero algunos de los asistentes lograron vislumbrar un atisbo de emoción entre el desconcierto de tal novedad en sus vidas estudiantiles y el agobio que acompaña a un semestre con Trabajos Fin de Grado. Empezó así la formación de grupos de trabajo y la organización de las exposiciones. Un total de 22 trabajos verían la luz los jueves de abril y mayo. La idea de hacer algo distinto y poco corriente fue ganando adeptos y se desencadenó una intensa investigación sobre el fundador de nuestra Escuela. Antes de eso, algunos incluso pensaban que Agustín era francés (prueba de ello es el sondeo que realizaron dos de nuestros compañeros, cuyas conclusiones resultaban, como mínimo, sorprendentes). Una vez superada la enorme dificultad de elegir tema entre un universo de posibilidades, dio comienzo la carrera a contrarreloj para terminar las creaciones artísticas, cada cual más original que la anterior, guardadas en muchos casos bajo secreto de sumario hasta el día de su presentación oficial. Telégrafos ópticos, esclusas émbolo-buzo, juegos de mesa, una encuesta, globos aerostáticos, representaciones teatrales, un documental sobre su vida, una maqueta del puente Kamennoostrovski y otra del picadero de Moscú a escala, una guía docente de la época, un cómic, un retrato e incluso su propia página de Facebook fueron recopilados y exhibidos ante el asombro del resto de aspirantes a ingeniero y habitantes de la Escuela. Siendo totalmente sinceros, el incentivo de un viaje a San Petersburgo fomentó ligeramente esa creatividad pero fue más ese sentimiento de que ingeniero viene de ingenio el que motivaba a los participantes.

Y, a pesar de las inundaciones, los conatos de incendio, el bricolaje sin mucho éxito y las situaciones esperpénticas que levantaban las carcajadas de todos los asistentes, por fin en la Escuela tuvo cabida dar rienda suelta a la imaginación, sin necesidad de seguir instrucciones ni normativas estrictas a las que tan acostumbrados están estos estudiantes. Y, para sorpresa de muchos, se pudo ver que un ingeniero no tiene una mente tan cuadriculada como quieren hacernos creer. Solo necesitan un pequeño espacio en el que se les permita salirse de los márgenes establecidos para demostrar que la creatividad es una capacidad más que solo busca su hueco entre tanto tensor y flector, pero de la que se puede estar muy orgulloso.


Nota editorial:

La autoría de este artículo es compartida.

Autoras:

  • Sandra Ballesteros Horcajo.
  • Marta Melcón de Asís.
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2 Comments

  1. Jorge Bernabeu says:

    Bien jugado!

  2. Nacho Payá says:

    ¡Me encanta!

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