Vivimos rodeados de una arquitectura meramente funcional, aquella que en nuestro contexto urbano tiene como meta cumplir con un único requisito, un claro ejemplo son las paradas de autobús. Marquesinas con formas simples y prismáticas, con un espacio para el reposo que tan solo es el cobijo para viajeros en días de lluvia, sol o tras una larga jornada. ¿Por qué no diseñarlas cual obras de arte?
Durante los años 70, en la Unión Soviética, mientras el régimen comunista oprimía a sus habitantes, a sus pensadores y a sus artistas; la arquitectura del gobierno absolutista mostraba al mundo una rendija de creatividad en las paradas de autobús. Estas fueron diseñadas por varios artistas, desde el presidente de la Academia de las Artes rusa, Zurab Tsereteli, hasta el mismísimo Antoni Gaudí.
Gracias al fotógrafo y arquitecto Christopher Herwig con el libro Soviet Bus Stops, se pueden observar estas peculiares obras. Tras descubrir por casualidad una de estas paradas, se convirtieron en su obsesión y su forma de vida pasando más de 12 años recorriendo unos 30.000 km por todo el territorio que formaba la antigua URSS. El resultado fue un hallazgo de más de 150 paradas de autobús encontradas y 9.000 instantáneas.
Piezas únicas y espectaculares aparecen en sitios aislados, perdidos en el desierto donde la funcionalidad queda en un segundo plano para dar cabida a la expresividad, la creatividad y al arte. Arquitectura brutalista con cuerpos masivos de hormigón visto. Formas al límite de sus estructuras, con cubiertas sustentadas por esbeltos pilares. Arquitectura tradicional, del lugar, reflejando la cultura gente mediante la reproducción de sus pequeñas casas y los grabados. Incluso arquitectura expresionista con mosaicos de vivos colores. Arquitectura para emocionar, impresionar, reflexionar, provocar… que generan un lugar, un punto de encuentro. La espera forma parte de una vida intensa, la vida puede surgir esperando.
Se pueden ver más ejemplos en este vídeo editado por el mismo autor, Christopher Herwig.