Albert Serratosa, como los grandes ingenieros de caminos de generaciones anteriores a la suya –Muñoz Oms, García Faria, Cerdá… pensaba que los ingenieros tenemos un compromiso social, que también es político, y humanístico: civilizar, construir un territorio ordenado, habitable para todos. A lo largo de su intensa vida profesional, Serratosa vivió éste compromiso apasionadamente.
Serratosa, a favor de la ingeniería humanista
¿Cómo pueden haber 2.500 millones de personas viviendo en barracas en el siglo veintiuno?, se pregunta Albert Serratosa, indignado, al inicio de su conferencia Cerdá Planificador, la última que hizo en la Escuela de Ingenieros de Caminos, en Noviembre del 2009. La humanidad, continúa diciendo Serratosa, en 1927, cuando nací, llegó a los 2.000 millones de personas; más de ochenta años más tarde, hoy, hemos llegado a los 7.000 millones unos 2.500 millones viven en barracas, sin un mínimo de urbanidad.
Serratosa –que de pequeño sufrió la Guerra Civil, que empezó a trabajar en los años del desarrollismo, y del barraquismo, se escandaliza que en el mundo, ya en el siglo veintiuno, haya miles de millones de barracas, favelas, villas miseria, ranchitos… Serratosa cree en los ideales humanistas de la ingeniería civil –des Ponts et Chaussées, de Caminos, Canales y Puertos, cuerpos profesionales creados en la ilustración por los Estados Modernos, inspirados en los cuerpos militares pero con la misión opuesta: civilizar el mundo. Los primeros ingenieros civiles proyectan faros para iluminar la costa, canales para regar o abastecer de agua las poblaciones, puertos para proteger los barcos de los temporales. Se trata, en definitiva –pensaba Cerdá, de urbanizar, de construir urbs, ciudades higiénicas –saludables, igualitarias.
¡Nadie es más comunista que Serratosa!, exclamó Rodolfo Martin Villa, Governador Civil de Barcelona, en una ocasión. Porque a pesar de sentirse liberal, la liberalización del suelo horroriza Serratosa, la codicia precipitada –como la llamó Josep Maria Espinás, la especulación. El territorio y las infraestructuras son bienes públicos esenciales para el bienestar social y el progreso material, también de las generaciones futuras, y no pueden dejarse al libre mercado; aún más, para Serratosa no es razonable construir las redes tramo a tramo, o el territorio zona a zona, sin ningún plan que ordene el conjunto. ¡La suma de buenos proyectos, no se cansa de repetir, no garantiza la buena ordenación del territorio!
Hoy no podemos dejar de sentir admiración –y nostalgia, por Serratosa y por aquella gran generación de técnicos –ingenieros, arquitectos, economistas, abogados… que trabajaron en la redacción del Plan General Metropolitano de Barcelona del 1976; ellos hicieron frente a las amenazas personales graves, de los propietarios de inmuebles, de políticos al final del franquismo, para defender con las asociaciones de vecinos el Plan General Metropolitano –que redujo a la mitad la edificabilidad y las oportunidades de negocio inmobiliario en Barcelona, para hacerla habitable, decían ellos, más higiénica –hubiera dicho Cerdá, más sostenible, decimos nosotros. La renovación urbana de Barcelona durante los años ochenta y noventa, impulsada por los Juegos Olímpicos, no hubiera sido posible sin el Plan General Metropolitano –un plan que, después, en casi cuarenta años, no hemos sido capaces de actualizar.
Porque, mal que nos pese, la planificación es un fenómeno raro en Cataluña, extraordinario, milagroso –atractores extraños, llama Serratosa a los pocos planes territoriales o de infraestructuras que se han aplicado realmente. Porque los catalanes somos volubles, arrauxats. Nos gusta pelear por cosas sin trascendencia, y a veces también por cosas trascendentales, decía Pompeu Fabra. Impulsivos, inconstantes, impacientes, escribió Rodolf Llorens. Si no vemos la zanahoria no tiramos del carro, afirma Pasqual Maragall.
Serratosa no engaña, sabe que el seny de los catalanes es un mito, pero no desespera, no deja nunca de confiar en un cuarto milagro de Fátima –si el tercer milagro había sido la aprobación del Plan General Metropolitanos el 1976, el cuarto podría ser –¿por qué no?, la aprobación del Plan territorial metropolitano de Barcelona que le encargaron veinte años después. Ni el dia en que fue cesado como director de éste plan, Serratosa pierde el optimismo; ni cuando se suprime el Instituto de Estudios Territoriales que él había fundado, tampoco cuando se cancela el máster profesional de urbanismo que impartía en la Escuela de Administración Pública –siguiendo la ideas de Collin Buchanan en Traffic in Towns, las de Gabriel Dupuy en L’Urbanisme des Réseaux, por supuesto la de Ildefons Cerdá en Teoría de la Urbanización, que él tanto amaba.
Serratosa, infatigable, continúa siempre batallando, a veces contra molinos de vientos, a la espera de un nuevo milagro; A Dios rogando y con el mazo dando –es su divisa.
Hasta qué punto los ingenieros de caminos estamos hoy comprometidos con el ideal humanista de la profesión?, de qué forma sentimos hoy la responsabilidad social que sentía Serratosa, y los grandes ingenieros de generaciones anteriores a la suya? Serratosa, en la Escuela de Madrid, tuvo profesores ilustres como Torroja, Entrecanales, Iribarren… que fueron inspiración y motivación para los estudiantes, que les transmitieron el espíritu emprendedor, inconformista –y también el carácter un poco tozudo, a veces prepotente, o quijotesco, de la profesión. Actualmente, la formación que reciben los estudiantes es más abstracta y científica, está alejada de los ideales humanistas de la profesión; los nuevos ingenieros de caminos sabrán muy poco de la vida y milagros de Cerdá, García Faria, Muñoz Oms, Duran Farrell, Vilalta, o Serratosa.
Esa mañana de Noviembre del 2009, el auditório de la Escuela de Caminos de Barcelona estaba prácticamente vacío –los estudiantes no podían perder ni dos horas de clase para asistir a la conferencia Cerdá Planificador.
¡Hasta aquí hemos llegado, y en los próximos años os toca a vosotros resolver todo esto!, dice Serratosa, al final de la conferencia, de buen humor, una veintena de asistentes, y también a todos nosotros –que solo escribiendo tres palabras en Youtube: Serratosa Cerdà Planificador, aún podemos escucharlo.
Referencias
Además de la conferencia de Albert Serratosa (Cerdà Planificador, publicada sencera a Youtube, 2009) el libro de Joan Tort, Pensar el territori. Converses amb Albert Serratosa (Deria editors, 2011) es una excelente referencia para profundizar en las ideas y obra de Albert Serratosa. Y también, por supuesto, su libro ¿Infraestructuras sin territorio? (Colegio Ingenieros de Caminos, C. y P., 1992). Entre otros textos referidos a Serratosa se pueden mencionar: La planificació integral del territori. Diàleg amb Albert Serratosa (Revista de Catalunya, 1999, Joan Tort) y Nosaltres, que hem perdut l’esperit de la geometria! (Andreu Ulied, a Agenda Cerdà, Ajuntament de Barcelona, 2010).
Nota editorial: este artículo ha sido traducido de la revista Camins.cat nº 43 donde rendian homenaje al Albert Serratosa después de su fallecimiento.
Muchas gracias Andreu y a Camins.cat por el artículo. A pesar de tener un legado tan importante como el PGM la figura de Albert Serratosa es muy poco conocida dentro del ámbito de la ingeniería civil. Todo esfuerzo para hacer llegar al resto de la sociedad lo que significó el trabajo de Serratosa es poco, más aún ahora cuando en los medios está constantemente cuestionada la utilidad y valor de las infraestructuras.