Nota editorial:
Éste artículo es el séptimo de la serie: Reflexiones sobre el futuro de la enseñanza de la ingeniería. Y continuación de: El diseño en las escuelas de ingeniería.
Muy a menudo se confunde el proceso de proyectar —entendido como el de diseño de soluciones— con el de preparar las partes que legalmente configuran el documento que llamamos proyecto. De hecho las asignaturas de proyectos de la Escuela se centran en la segunda, y seguramente no es ésta una opción descabellada pues, como acabo de apuntar, la enseñanza del diseño no se puede asignar a una sola materia, sino que debería estar repartido a lo largo de varios cursos. El resultado es que al final los alumnos salen de la carrera sin saber diseñar, pues nadie les ha enseñado a hacerlo, y en cambio con una gran preocupación por los aspectos administrativamente formales del documento proyecto. Planteamiento que en los últimos años se ha extendido a bastantes administraciones. Por ello, sin poder afirmar aquí la existencia de una clara relación causa-efecto, intuyo que éste es uno de los motivos que podría explicar por qué la figura del proyecto, como instrumento definidor de la acción de la ingeniería, está tan devaluada dentro del sector público de la construcción. Es muy habitual que la redacción de proyectos se vea solamente como un paso administrativo más de los necesarios para poder sacar a licitación y contratar la construcción de una obra, pero con la conciencia de que, incluso antes de comenzarla, es con el contratista adjudicatario con quien se deberá determinar cómo se hará ésta. El hecho de que antes de comenzar la ejecución de muchas obras ya se esté redactando el proyecto modificado número 1 refleja hasta qué punto se le da poca importancia al valor añadido aportado durante el proceso de diseño.
Pero sin saber diseñar, lo más probable es que en muchos casos el valor añadido sea muy reducido. Y éste es un sistema que a lo largo de los años ha entrado en un peligroso círculo vicioso. Si los proyectos no son buenos, los clientes no los valoran por sus contenidos sino que solamente los quieren como documento necesario para poder llevar adelante la contratación de las obras; si sólo son un trámite administrativo, no se necesita demasiado tiempo para redactarlos ni tienen porque estar bien remunerados, y si no hay tiempo para pensarlos y están mal pagados difícilmente los proyectos pueden ser buenos. El resultado final es que muy a menudo las empresas consultoras acaban suministrando meramente papel, pero no ideas, conscientes de que no vale la pena esforzarse en entregar buenas soluciones, pues éstas tienen poquísimas posibilidades de sobrevivir al proceso de negociación previo a la redacción de los primeros proyectos modificados. Papel en el que los planos están poco elaborados, con pocos detalles y donde muy a menudo éstos ni se corresponden con el propio proyecto sino que son ejemplos estandarizados procedentes de otros trabajos; donde nadie ha prestado atención en los contenidos de los pliegos de condiciones y los estudios de seguridad y salud, que acaban siendo un refrito de docenas de ejemplos de otros proyectos, totalmente desprovistos de cualquier contenido, y donde los presupuestos están hechos a toda prisa a última hora y donde lo único que importa es el número final de la última hoja: el «presupuesto de ejecución por contrata», que es aquel que determinará la asignación económica disponible para negociar con el contratista adjudicatario como será realmente la obra que se ejecutará.
La poca consideración que, en mi opinión, se tiene también en la Escuela hacia la figura del proyecto se manifiesta en varios hechos:
- Los profesores de proyectos, creo que todos ellos profesores asociados, pertenecen a una sección desconectada del resto de los departamentos. La coordinación entre aquella y el resto de secciones es casi inexistente, y si la hay alguna es solamente con las del mismo departamento donde está adscrita, el de Infraestructura del Transporte y del Territorio.
- No hay ninguna directriz de cómo enseñar a proyectar, ni están definidos los objetivos académicos que se persiguen.
- El trabajo fin de carrera no se ve como una oportunidad para enseñar a los alumnos sino como un ritual de iniciación a la profesión. Habría que hacer una seria reflexión sobre la conveniencia de dedicarle tantos recursos —miles de horas al año de tutorías, cientos de horas de tribunales evaluadores, soporte informático y administrativo, …— si solo se trata de escenificar una liturgia, y más en un contexto de crisis como la actual.
- La necesidad de asignar un tutor para cada trabajo fin de carrera, hace que con frecuencia haya dificultad para encontrar profesores suficientes para asumir esta tarea y demasiado a menudo las tutorías las acaban haciendo becarios, que, con mucha ilusión y buena voluntad, pero con muy poca o nada de experiencia práctica, poco pueden aportar a los alumnos.
- Que el nuevo plan de estudios haga que sea posible graduarse sin tener que desarrollar un proyecto final —ahora el trabajo fin de grado puede ser una tesina de investigación—, hace que ahora, aún más, sea difícil enderezar esta situación.
Pero el plan y el proyecto son el centro de nuestra actividad, el elemento de síntesis de nuestro proceso de pensamiento, y por esto es tan importante dedicar esfuerzos en revalorizar su figura y mejorar la calidad de su enseñanza.
Nota editorial:
Éste es el séptimo de una serie de artículos que forman un conjunto:
- Reflexiones sobre el futuro de la enseñanza de la ingeniería.
- La enseñanza de la ingeniería ¿Cómo hemos llegado donde estamos?
- La enseñanza de la ingeniería ¿Dónde estamos realmente?
- La enseñanza de la ingeniería ¿Por qué estamos donde estamos?
- La enseñanza de la ingeniería ¿Hacia dónde vamos si no hacemos nuevos planteamientos?
- El diseño en las escuelas de ingeniería.
- El proyecto: objetivo central del oficio del ingeniero.
- La enseñanza de proyectos: una oportunidad para mejorar las capacidades de los alumnos para liderar procesos de diseño.
- Reflexiones sobre la formación de la ingeniería y el futuro de la enseñanza. Para terminar.
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