Educación

La enseñanza de la ingeniería ¿Cómo hemos llegado donde estamos?

Nota editorial:
Éste artículo es el segundo de la serie: Reflexiones sobre el futuro de la enseñanza de la ingeniería.

Una explicación verosímil de cómo se ha llegado a esta situación ya la daba en 1983 Donald A. Schön [1] en su libro The reflective Practitioner. How Profesionales Think in Action. En la primera mitad del siglo XX la enseñanza de los profesionales de la ingeniería sufrió una importante transformación, primero en los EEUU y posteriormente en la mayoría de países del mundo occidental. Hasta entonces, la formación de todas las ramas de la ingeniería estaba a cargo de ingenieros con una larga experiencia profesional, en el seno de las escuelas de ingeniería, donde se impartía una formación con una gran componente práctica y los maestros transmitían a los alumnos no sólo los conocimientos teóricos de la disciplina sino también el saber acumulado durante su propia práctica profesional. Pero a finales del siglo XIX y principios del siglo XX el Positivismo de Comte y el Círculo de Viena se convirtió en una filosofía dominante en todo el mundo occidental. La ingeniería, al igual que la medicina, había experimentado un progreso impresionante gracias a la aplicación del conocimiento científico desarrollado hasta entonces; la consideración hacia la ciencia y la tecnología llegó a un punto álgido: pocos ponían en cuestión que nos conducirían hacia la solución de los grandes problemas de la humanidad —la historia posterior, sin embargo, ha puesto de manifiesto hasta qué punto aquellos anhelos eran excesivamente ingenuos—. Las universidades se convirtieron en los centros donde la mayor parte del progreso científico se desarrollaba, y gracias al gran prestigio que tenían, de forma progresiva las escuelas de ingeniería fueron integrándose dentro de las universidades, de manera que éstas fueron cogiendo el relevo en la formación de los ingenieros.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría impulsó aún más la necesidad de desarrollo científico y tecnológico, especialmente en las dos grandes potencias del momento: los Estados Unidos y la Unión Soviética, pero también en el resto de países occidentales. La financiación de las universidades dependió de una manera creciente de los fondos públicos y privados destinados a la investigación científica y poco a poco los profesores que eran ingenieros en activo y que por tanto, por la propia práctica profesional, su disponibilidad para hacer investigación estaba limitada, fueron cediendo el lugar a profesores, que, con poca o sin experiencia profesional en el mundo de la ingeniería, iniciaban una carrera investigadora justo después de graduarse y, por su mayor dedicación, contribuían más al apoyo financiero de la institución. En un sistema en el que lo que se premiaba era la producción científica, los docentes en activo como profesionales pasaban a ser los profesores «de fuera», que nadie quería tener porque hacían disminuir los ratios de investigación del Departamento al que pertenecían. Como resultado, las escuelas de ingeniería terminaron transformándose en escuelas de ciencia de la ingeniería, donde los planes de estudios, que eran diseñados por los mismos académicos, contenían el conocimiento adecuado para desarrollar una carrera académica y no el idóneo para una práctica profesional que diese satisfacción a los requerimientos de la sociedad, siempre en constante evolución.

Xavier Font 15

Así pues, este distanciamiento entre el mundo académico y el mundo profesional no es un hecho reciente sino que hace décadas que se ha ido manifestando de una forma progresiva. Ya en 1967 [2] el que fue decano del programa de ingeniería de Harvard, Harvey Brooks, apuntaba el hecho de que en las escuelas de ingeniería, ya transformadas en escuelas de ciencia de la ingeniería, el personal académico tiene una tendencia a posicionarse en un nivel jerárquico superior, al servicio de unos valores que difieren de los de la profesión de la ingeniería, lo que acaba quedando reflejado en los propios planes de estudio, que establecen una separación jerárquica entre la ciencia de la ingeniería y la práctica profesional: en primer lugar se enseña lo que se considera que es el conocimiento fundamental —basado en la ciencia básica y la ciencia aplicada— y posteriormente y de forma menos intensa, la aplicación de estos conocimientos al mundo real. También lo apuntaba en los años setenta [3] Edgar Shein, que fue profesor en el MIT Sloan School of Management: se ve la ingeniería como una mera aplicación del conocimiento científico a la resolución de los problemas reales. Esta idea de aplicación lleva de forma implícita el establecimiento de una jerarquía del conocimiento, donde los principios generales —formados por las materias básicas y la ciencia aplicada— ocupan el nivel más elevado y, por lo tanto, se les dedica mucho más tiempo de formación, y la resolución concreta y práctica de problemas reales se sitúa en un escalón más bajo. Por eso no es de extrañar que en muchos planes de estudios lo que no es propiamente ciencia de la ingeniería se acabe poniendo en un cajón de sastre. Es significativo, por ejemplo, que en el nuevo plan de estudios en Barcelona a nadie le haya temblado el pulso creando una asignatura que se llama Procedimientos de Construcción y Electrotecnia, u otro con el título Proyectos y Oganización de empresas. Se me hace difícil imaginar que igual que se han concebido estas asignaturas, alguien se hubiera atrevido a proponer una asignatura que se llamara Cálculo y Química de Materiales o una que se llamara Álgebra lineal y Física Aplicada.

Sin embargo, en los últimos veinte años, primero en Estados Unidos (National Science Foundation, The Foundation Coalition, American Society for Engineering Education, Acreditation Board for Engineering Education, …) y más tarde en Europa —principalmente en el Reino Unido (Royal Academy of Engineering, Joint Board of Moderators, …)—, el número de voces que han comenzado a poner en cuestión el actual modelo de enseñanza de la ingeniería no ha parado de crecer. Cada vez hay más personas e instituciones que defienden la idea de que hay que reformar los planes de estudios para que la formación se centre más en el objetivo principal de los ingenieros, que no es otro que el de planificar, concebir, construir y hacer funcionar artefactos —generalmente infraestructuras en el caso de los ingenieros civiles—, y que hay que incrementar el número de profesores con amplia experiencia profesional. La investigación universitaria debe continuar liderando el desarrollo tecnológico de la profesión y también debe estar presente en la formación de los futuros ingenieros, especialmente en la enseñanza de las materias científicas, en el apoyo a las materias técnicas y tecnológicas, y evidentemente en el tercer ciclo universitario. Pero es igualmente importante la incorporación de ingenieros con experiencia práctica en la formación de primer y segundo ciclo, en especial en las asignaturas técnicas y tecnológicas, en la docencia de proyectos, en las disciplinas de planificación y gestión, en el campo de la emprendeduría, y la historia y la crítica de la ingeniería, tal como se ha hecho en medicina, o en arquitectura o en economía de los negocios. Si la formación de los médicos siguiera el modelo de enseñanza de la ingeniería, los niveles de eficacia de nuestra sanidad serían bajísimos, pero afortunadamente no ha sido así porque se ha sabido encontrar una modelo docente equilibrado, donde la formación de los estudiantes se nutre tanto de los resultados de la investigación de las universidades y otros centros de referencia como de la experiencia aportada por los profesionales en activo que imparten clases en las facultades.

Empieza a haber algunas experiencias innovadoras suficientemente esperanzadoras. Son, por ejemplo, las que han sido puestas en marcha en los Estados Unidos para el Franklin W. Olin College of Engineering, el Virginia Tech, la Purdue University o el Massachusetts Institute of Technology, este último con el programa CDIO [4] —Conceive, Design, Implement & Operate— al que se han adherido más de 50 instituciones de 25 países diferentes, entre las que hay que contar el Telecom BCN de la Universidad Politècnica de Catalunya. También, actualmente se está debatiendo en el Reino Unido [5, 6] la posibilidad de conseguir que en el año 2015 el porcentaje de profesores universitarios con la acreditación de chartered engineer —Otorgada por el Engineering Council (EC) al cabo de 8-12 años de haber comenzado la carrera a los ingenieros que pueden probar un historial de práctica profesional y formación continua— pase del 10% actual al 50%. Posiblemente las posibilidades reales de conseguir un incremento tan significativo en un periodo de tiempo tan corto son bajas, pero no hay duda de que hay una gran preocupación sobre la idoneidad de la formación del profesorado que está a cargo de la enseñanza de los futuros ingenieros, tal como se ponía recientemente de manifesto en un artículo de la revista New Civil Engineer [6]: «The move to increase the number of chartered civils academics has been prompted by concerns that lecturers lack the practical experience of the subjects they are teaching«.

Referencias bibliográficas:

[1] Schön, D.A. The Reflective Practitioner. How Professionals Think in Action. New York. Basic Books, 1983.
[2] Brooks, H., Dilemmas of Engineering Education, IEEE Spectrum, 1967; citado por Schön, D.A. a The Reflective Practitioner. How Professionals Think in Action.
[3] Schein E. Professional Education. New York McGraw-Hill, 1973.
[4] Crawley E. et altres, Rethinking Engineering Education. The CDIO Approach. Springer Science+Business Media, New York, 2007.
[5] Gagan, O., Council debates qualifications of civils lecturerers. ICE News, New Civil Engineer magazine, ICE News, 26/05/2011.
[6] Lynch, D., Move to increase chartered civils lecturers. ICE News, New Civil Engineer magazine, ICE News, 21-28/04/2011.

Nota editorial:
Éste es el segundo de una serie de artículos que forman un conjunto:

  1. Reflexiones sobre el futuro de la enseñanza de la ingeniería.
  2. La enseñanza de la ingeniería ¿Cómo hemos llegado donde estamos?
  3. La enseñanza de la ingeniería ¿Dónde estamos realmente?
  4. La enseñanza de la ingeniería ¿Por qué estamos donde estamos?
  5. La enseñanza de la ingeniería ¿Hacia dónde vamos si no hacemos nuevos planteamientos?
  6. El diseño en las escuelas de ingeniería.
  7. El proyecto: objetivo central del oficio del ingeniero.
  8. La enseñanza de proyectos: una oportunidad para mejorar las capacidades de los alumnos para liderar procesos de diseño.
  9. Reflexiones sobre la formación de la ingeniería y el futuro de la enseñanza. Para terminar.
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14 Comments

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  2. Sergi Gallego says:

    Excel·lent artícle Xavier! Sempre havia cregut que era quelcom restingit a la nostra escola i veig que és un problema comú en tot l’àmbit de l’enginyeria. Tots aquells que tenim al cap la reformulació de l’escola hauríem de tenir molt present la finalitat dels coneixements que impartim.

    • Xavier Font says:

      Muchas gracias por tus amables palabras.

      Efectivamente la formación de los ingenieros se ha convertido en un serio problema en los países occidentales, hasta el punto que la preocupación por la falta de vocaciones está ocupando un lugar preferente en algunos de ellos. El temor a no disponer de suficientes ingenieros cuando llegue la esperada y deseada recuperación económica, esta siendo un serio dolor de cabeza en países más avanzados que el nuestro. Se especula mucho sobre las posibles causas de esta progresiva pérdida de interés de las nuevas generaciones por las carreras técnicas, pero muy a menudo se pasa por alto la poca adecuación a las necesidades profesionales y lo desmotivadores que resultan los contenidos y los métodos de enseñanza actuales. Sin embargo, yo, personalmente, creo que es una de las principales causas.

  3. Oscar Maza Lalueza says:

    Siendo una «víctima» del plan actual de estudios uno se da cuenta que no basta con quejarse y reprimirse ante él, lo único que se consigue es ser vencido muy fácilmente por el sistema establecido. Como nos has mencionado, pasar a un estado activo implica adquirir personalmente todos esos «inputs» que nos faltan en la formación, sobre todo en el ámbito del diseño y los conceptos prácticos.

    Además, tal como nos comentaste en la conferencia de las jornadas Dobooku-2014 ‘Hacia una nueva ingeniería?'(https://www.youtube.com/watch?v=_xlaTO13x1I entre el minuto 5:05 y el 50:35), nuestro futuro no será un regalo, deberemos ganárnoslo a base de lo que se menciona sobre las visiones de «zoom-in & zoom-out», con ello se llega al concepto de «Be emotional» para ponernos en la situación de los usuarios de nuestras obras y darles así lo que ellos nos pedirían si estuviesen delante nuestro.

    Muchas gracias Xavier por el texto completo, es un placer leer todos estos artículos que lo forman, simplemente extraordinario.

  4. Xavier Font says:

    Muchas gracias, Oscar, por tu apoyo. Me gustaría que el texto pudiera llegar a ser un pequeño revulsivo para abrir un debate serio fuera de la Universidad, pues desde dentro de ésta será muy difícil cambiar las cosas. Estos últimos años ya he intentado abrir este debate en algunos círculos profesionales, incluso dentro del Colegio que nos representa, pero nunca he conseguido despertar un gran interés. La formación de los ingenieros sigue siendo vista de suficiente calidad por muchos profesionales en activo, sobretodo los de más edad. Por ello creo que el cambio deberá surgir de la movilización de las nuevas generaciones de ingenieros, que seguramente serán las que más van a sufrir las consecuencias de esta inadecuada formación.

    • guillem collell mundet says:

      Xavier,
      En relación a lo que le comentas a Oscar, opino que el salto a salvar curiosamente está incorporado en la primera idea que planteas en la primera entrada. Comentas que las opiniones oficiales u oficiosas contrastan con las opiniones de los compañeros de profesión como un hecho. Creo firmemente que si existe alguna llave que pueda abrir esta hermética puerta depende de como nosotros, como compañeros de profesión, sepamos hablar y opinar (desde lo personal) de las raíces de las Obras Públicas; huyendo de las particularidades de las opiniones más institucionalizadas. Te doy pues las gracias por hurgar en estas raíces. Espero con mucho deleite la publicación de las siguientes entradas para poder opinar más.
      Nótese que también se ha abierto un debate en Linkedin: https://www.linkedin.com/groupAnswers?viewQuestionAndAnswers=&discussionID=5957817269378641922&gid=4824426&goback=&trk=like#commentID_null

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  11. Xavier :
    Comparto al 100% lo que trasladas , después de dar clase durante 15 años en la cátedra de Pepe Calavera un profesional que nunca estuvo en exclusiva y que siempre quiso trasladar su conocimiento a sus alumnos deje de dar clase en la ETSICCYP hace 3 años , allí cada vez hay más profesores que nunca han pisado una obra o realizado un proyecto . El plan de estudios actual es un despropósito y el nivel de los alumnos que acceden muy bajo , porque la educación básica está peor de lo que ha estado nunca.
    Interesantísima iniciativa la tuya. Quizá dentro de 25 años se revierta la situación pero los próximos 10-15 serán complicados . Vuestra iniciativa es formidable.

  12. Muchas gracias, Jorge, por tus amables palabras.

    Comparto totalmente tu punto de vista sobre el incierto futuro de nuestra profesión, y estoy empezando a pensar que podría acabar desapareciendo tal como la entendemos. El acceso casi universal al conocimiento y el desarrollo de las tecnologías digitales de la información ha transformado totalmente muchas profesiones técnicas, hasta el extremo que no es nada descabellado cuestionarse la necesidad de dominar lo que hasta ahora eran conocimientos fundamentales sin los cuales no se podía ejercer de forma competente ciertas disciplinas. Actualmente, con la ayuda de las cada vez más potentes y fiables aplicaciones digitales que ya están disponibles, muy a menudo se pueden obtener grandes resultados sin tener que conocer en profundidad las bases científicas que hay detrás de estos programas. Esto ya es hoy una realidad en áreas de conocimiento menos sofisticadas, por ejemplo sería el caso de la topografía y la geodesia; y cada vez lo será más en campos más complejos, como pueden ser las estructuras, la geotecnia o la hidráulica.

    Estando como estamos, inmersos en este proceso de cambio en la manera como gestionamos el conocimiento, reconozco que no es fácil saber hacia dónde tenemos de dirigirnos y cómo debemos afrontar el futuro de la enseñanza superior, pero no hay duda que urge un profundo debate, que me temo que nuestra profesión no está planteando. Y si los nuevos profesionales de la ingeniería civil no son capaces de dar respuesta a las exigencias de la sociedad del futuro, estoy seguro que otras disciplinas van a tomar el relevo, como tristemente ya está empezando a ocurrir.

    Aún no es demasiado tarde para encarrilar la situación, pero me temo que el tiempo no corre a nuestro favor, y, sobretodo desde el Colegio, se debería tomar cartas en este asunto; pero no sé si están por esta labor.

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